miércoles, 6 de agosto de 2014

Transgènicos [7] - riesgos para la salud de la humanidad

Argenpress -- Ana María Primavesi, et al. (Alai) - Riesgos a la salud - El discurso de las empresas es afirmar que “no se han encontrado evidencias de que los transgénicos tengan daños a la salud”. Abusan de una lógica invertida, porque para comercializarlos, se debe demostrar que los alimentos son sanos, no que aún no se ha encontrado evidencia de daños
En el caso de los transgénicos es imposible demostrar que sean productos inocuos. Por ello, para evitar demandas, las corporaciones se refieren con esa lógica invertida a los impactos en la salud humana y cada vez que hay un estudio científico que muestra daños potenciales, lo atacan ferozmente.

El impacto más evidente y posiblemente el más obvio de los transgénicos sobre la salud está relacionado al aumento sin precedentes del uso de agrotóxicos. Los venenos que requieren los cultivos transgénicos se acumulan a las cantidades de agroquímicos que ya existían por la agricultura industrial, pero incrementando los volúmenes, concentración de principios activos y residuos en alimentos, en forma exponencial.

Al contrario de lo que afirma la industria, existen crecientes evidencias de afectaciones negativas para la salud. La Academia de Medicina Ambiental de Estados Unidos hizo pública su posición sobre los transgénicos en 2009, exhortando a las autoridades, “por la salud y la seguridad de los consumidores” a establecer urgentemente una “moratoria a los alimentos derivados de cultivos genéticamente modificados y la instauración inmediata de pruebas independientes y de largo plazo sobre su seguridad”. (American Academy of Environmental Medicine, 2009).

Una importante conclusión en la que basan su toma de posición es que, a partir de decenas de artículos científicos analizados, “hay más que una relación casual entre alimentos transgénicos y efectos adversos para la salud”. Explican que según los criterios de Bradford Hill, ampliamente reconocidos académicamente para evaluar estudios epidemiológicos y de laboratorio sobre agentes que puedan suponer riesgos para la salud humana, “existe causalidad en la fuerza de asociación, la consistencia, la especificidad, el gradiente y la plausibilidad biológica” entre el consumo de alimentos transgénicos y los efectos adversos a la salud.

Entre los efectos negativos, comprobados a partir de diversos estudios en animales, mencionan “riesgos serios”, como infertilidad, desregulación inmune, envejecimiento acelerado, desregulación de genes asociados con síntesis de colesterol y regulación de insulina, cambios en el hígado, riñones, bazo y sistema gastrointestinal. Citan entre otros, un estudio del 2008 con ratones alimentados con maíz transgénico Bt de Monsanto, que vincula el consumo de maíz transgénico con infertilidad y disminución de peso, además de mostrar la alteración de la expresión de 400 genes. (American Academy of Environmental Medicine, 2009).

Coincide con otra revisión independiente de artículos científicos realizada por los investigadoresArtemis Dona y IoannisS. Arvanitoyannis de las Universidades de Atenas y Tesalia, Grecia, que muestran que los cultivos transgénicos aparecen asociados a efectos tóxicos, hepáticos, pancreáticos, renales, reproductivos y a alteraciones hematológicas e inmunológicas, así como a posibles efectos carcinogénicos (2009).

Efectos sobre la salud de transgénicos con la toxina Bt

El uso de la toxina Bt en los transgénicos es muy diferente del uso de la bacteria en totalidad que se realiza para control de plagas en diversos sistemas agroproductivos, ya que en los organismos genéticamente modificados la toxina Bt está presente durante todo el ciclo de la planta e incluso permanece en el suelo hasta 240 días después de la cosecha. (Saxena, Flores, y Stotzky: 2002) Fuerza a una exposición a la toxina en dosis y tiempos nunca antes vistos. Existen estudios y casos documentados de alergias a la toxina Bt en humanos, y hay pruebas de alimentación con maíz transgénico Bt a ratas y cerdos que demuestran la inflamación de estómago e intestino así como daño a tejidos, sangre, hígado y riñones (Schubert, 2013).

Impactos a la salud de transgénicos resistentes a agrotóxicos:

El 85% de los transgénicos son manipulados para hacerlos resistentes a uno o mas herbicidas, separados o en combinación con genes insecticidas. Esto ha causado un aumento sin precedentes del uso y concentración de agrotóxicos, lo cual ha multiplicado por cientos de veces el nivel de residuos en los alimentos. Una prueba de ello es que para autorizar la soja transgénica, varios gobiernos debieron cambiar sus normas para permitir hasta 200 veces más cantidad de residuos de glifosato en los alimentos. (Bøhn y Cuhra, 2014).

La contaminación de fuentes de agua con agrotóxicos y los residuos en alimentos ya eran un problema para la salud en zonas de producción rural intensiva, que ahora se tornó dramático con el aumento en el uso de herbicidas debido al cultivo de transgénicos, además de expandirse a zonas urbanas.

En 2013 grupos de voluntarios urbanos de Mar del Plata, Argentina, mostraron contaminación positiva de uno o más agroquímicos cuando se hicieron pruebas en la sangre. En Europa, donde el consumo de soja transgénica es alto a través de alimentos procesados y animales alimentados con pienso transgénico, se encontraron trazas de glifosato en la orina del 45% de ciudadanos muestreados en 18 ciudades en 2013. (Friends of the Earth Europe, 2013).

Malformaciones y cáncer por glifosato en cultivos transgénicos

Experimentos científicos con animales y estudios publicados en revistas arbitradas, muestran que el glifosato, el herbicida más usado con los cultivos transgénicos, tiene efectos teratogénicos, o sea, es capaz de producir deformaciones congénitas. (Carrasco, Paganelli, Gnazzo et al 2010; Antoniou, Brack, Carrasco et al, 2010; Benachour y Séralini, 2009).

En 2009 un experimento sencillo en modelos animales (aves y anfibios) en Argentina, mostró que diluciones de RoundUp (la fórmula comercial del glifosato más difundida) o la introducción en el embrión de un equivalente a 1/200 000 de glifosato presente en las formulaciones comerciales, producía efectos sobre la expresión de genes durante el desarrollo embrionario, capaces de inducir malformaciones durante períodos tempranos del mismo. (Carrasco, Paganelli, Gnazzo, et al 2010).

Sabemos que el glifosato inhibe la producción de aminoácidos aromáticos en las plantas y éstas mueren. En animales, el glifosato inhibe enzimas del grupo de las citocromo P450 (CYP) que tienen un rol crucial en el funcionamiento de los mecanismos de desintoxicación de sustancias xenobióticas (sintéticas), actuando sobre los residuos de toxinas incorporadas al organismo. En este contexto, el glifosato inhibiría formas de P450 asociadas a la degradación y distribución del ácido retinoico en el embrión, provocando un aumento del mismo en el embrión en desarrollo, y por consiguiente el efecto teratogénico: el incremento del ácido retinoico es capaz de alterar el desarrollo normal de los tejidos cuando se altera su síntesis o su degradación en el embrión.

Las malformaciones inducidas experimentalmente son la evidencia más cercana con lo que se observa en campo y deberían motivar por parte de las autoridades sanitarias correspondientes la aplicación estricta del principio precautorio, para resguardar la salud humana y animal, algo que sin embargo han evitado sistemáticamente. En el Chaco, Argentina, se ha reportado un incremento de malformaciones del 400%. (Carrasco, 2010). En Santa Fe se ha observado la duplicación de malformaciones, abortos y bajo peso en los últimos 10 años, un porcentaje similar al comprobado en áreas de Mato Grosso, Brasil.

Otra enfermedad crónica relacionada al glifosato es el cáncer. La relación mas fuerte entre glifosato y cáncer surge del hecho que el glifosato es capaz de bloquear el sistema enzimático de reparación de ADN en las células, lo cual induce la acumulación de daños en el material genético. Esto puede detectarse con pruebas de alta sensibilidad que detectan el grado de daño. Los tests de genotoxicidad en animales muestran que en las poblaciones de individuos expuestos, los valores aumentan varias veces respecto a los controles de individuos no expuestos. (López, Aiassa, Benítez-Leite, et al.,2012).

Estas evidencias de daño del genoma por la exposición a agrotóxicos, en particular al glifosato, son una alerta a posibles efectos crónicos y la puerta de entrada a la enfermedad oncológica. Tanto en Brasil como en Argentina se ha reportado un incremento muy significativo de malformaciones congénitas y cáncer en los estados o provincias con mayor producción de transgénicos.

Localidades de la provincia de Santa Fe, Argentina, muestran un incremento de cáncer que duplica la media nacional normal de 206 casos por cada 100 mil habitantes. En Chaco, Argentina, varias localidades en zonas agrícolas muestran un incremento de 30 a 40% de malformaciones y cáncer comparadas con localidades dedicadas a la ganadería. (Informe presentado al Ministerio de Salud).

Más recientemente Samsel y Teneff (2013b) mostraron la relación entre el incremento del uso del glifosato y numerosas enfermedades metabólicas como consecuencia de la inhibición de las P450 y los desbalances de los procesos fisiológicos de desintoxicación que estas enzimas llevan cabo. Esto muestra que la interferencia con las enzimas CYP por parte del glifosato actúa sinérgicamente con la disrupción de la biosíntesis de aminoácidos aromáticos por la flora intestinal junto al impedimento en transporte sulfato sérico. Como consecuencia, estos procesos influyen en un variado grupo de enfermedades: gastrointestinales además de obesidad, diabetes, enfermedades cardiacas, depresión, autismo y cáncer entre otros padecimientos.

En su última publicación ambos investigadores asocian el incremento de la enfermedad celiaca asociada al uso del glifosato, estableciendo que se debe a la inhibición de enzimas CYP que produce el aumento de ácido retinoico, uno de los responsables de la intolerancia al gluten. Esto refuerza el mecanismo de acción propuesto para la inducción de malformaciones. (Samsel y Seneff, 2013a).

Las decisiones políticas que promueven un modelo de producción que combina la siembra directa de semilla genéticamente modificada con todo su paquete tecnológico que incluye alto uso de herbicidas, significan la aprobación de un gran experimento a cielo abierto, de enorme impacto para la salud humana, para favorecer los intereses económicos de las empresas transnacionales de agronegocios.

Censura y persecución a quienes demuestran impactos preocupantes de los transgénicos en la salud humana

Un caso reciente de censura que ha tenido mucha publicidad se refiere a los estudios del Dr. Gilles-Eric Séralini, en el Criigen, en la Universidad de Caen, Francia. Séralini realizó los estudios de alimentación de ratas de laboratorio con maíz transgénico, cultivado sin agrotóxicos, más extensos hasta el momento, ya que cubrieron todo el ciclo de vida de las ratas, lo que podría compararse con el consumo durante muchos años en humanos. Sus resultados incluyeron que un 60-70 % de las ratas alimentadas con un maíz transgénico de Monsanto desarrollaron tumores, contra 20-30 % en el grupo de control, además de problemas hepato-renales y muerte prematura.

El estudio es tan relevante que la industria biotecnológica comenzó inmediatamente una campaña de desprestigio a través de científicos afines, quienes argumentaron, entre otras cuestiones, que el estudio fue hecho con insuficiente cantidad de ratas y que las ratas usadas en el experimento tenían tendencia a desarrollar tumores. Sin embargo, Séralini usó las mismas ratas y mayor cantidad que las que usó Monsanto en las pruebas que presentó a la Unión Europea para aprobar ese mismo tipo de maíz transgénico, solo que Monsanto hizo el experimento por únicamente tres meses, siendo que los efectos negativos se comenzaron a mostrar a partir del cuarto mes.

La presión de la industria consiguió incluso que la revista científica donde se publicó el estudio se retractara, aunque el editor admitió que el artículo de Séralini es serio y “no peca de incorrecto” pero afirma que sus resultados “no son concluyentes”, algo que es parte del proceso de discusión científica y atañe a gran cantidad de artículos científicos. Séralini y sus estudios recibieron el apoyo de centenares de científicos en el mundo. (Bardocz, Clark, Ewen, S. et al, 2012) y el artículo original fue publicado posteriormente, por otra revista científica.

El estudio y el caso de Séralini es grave porque muestra que el consumo de alimentos derivados de transgénicos puede tener efectos negativos muy serios y que se deberían realizar muchos más estudios, más extensos, antes de ponerlos en los mercados. La posición de la industria de los transgénicos y los científicos que los apoyan es que ante la duda de inocuidad, de cualquier forma deben ponerse en circulación, colocando a los consumidores en el papel de ratas de laboratorio, pese a que existen abundantes alternativas para producir los mismos cultivos, incluso industrialmente, sin transgénicos. (3) (Séralini, 2012) - sigue